miércoles, 17 de junio de 2009

Hablemos de trivialidades.


Ven amor, hablemos de trivialidades.

Hablemos del sabor que se me queda
en la boca después del desayuno,
después del sabor del café recién molido
y la tostada aromática de mermelada untada.
Del tic tac acompasado del reloj de la cocina,
es decir; del recuerdo del sabor de tus caricias,
del aroma de tu aliento manzanilla, del compás
de tu corazón donde recargaba mis mejillas.

Hablemos del espejo nublado de la recamara que se niega
a reflejar mi imagen –perdona amor, aún no lo he cambiado-.
Hablemos de las cosas sin sentido corazón,
de la puerta de la entrada, de las cartas que no llegan,
de las huellas en la alfombra -de mis huellas-.
Ya nadie pasa por aquí, el timbre se pudrió por falta de uso.

Hablemos de tu ausencia, no de tu partida de la cual sané
tragando cucharadas de agua muy salada,
hablemos pues, de las flores del jardín que se marchitan,
de la generación espontánea de donde nace el polvo
que cubre las fotografías, de la cama que ya no rechina,
de mi forma de alargar la vista en la ventana por si acaso pasas.

Pero mira amor, siempre que te escribo me desvió,
comienzo por hablarte de lo extraño que me sabe extrañarte
y termino con minucias que sé seguro te saben a reclamos.
Perdona corazón, tragaré más sal en agua para ver
si sano también de esta forma de sentir tu ausencia,
o mejor aún, tratare de no quitarme por las mañanas el ayuno.

Due® 17junio09

1 comentario:

María dijo...

Me parece genial.

Amor, impotencia, resignación... en su más puro estado.

Gracias por tus versos.

Un abrazo,

manena